Grandes maestros de la vida son los niños. Aprendamos de su
sencillez, de su simpleza, de su inocencia...
Volvamos a nuestro niño/a interior y disfrutemos de la vida sin
esperar nada de ella, te darás cuenta que es la manera más sana de dejar que la
vida te sorprenda.
Permítete rodearte de la inocencia de estos pequeños y recordarás lo
sencilla que puede ser la vida, las ganas que se tiene por la vida, por
disfrutar cada momento, la manera tan rápida en que olvidan sus disgustos y la
facilidad con que perdonan a todos.
Es bueno volverse niño de vez en cuando, nos hace recordar que se
puede ser feliz de manera simple y sencilla.
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